lunes, 17 de noviembre de 2014

Seguridad privada en la Universidad



El pasado 28 de octubre, la Coordinadora Estudiantil Universitaria (CEU) dio a conocer una carta dirigida al rector de la Universidad de Colima en la que se pedía información sobre el cuerpo de seguridad privada recién contratado por la institución compuesta por 120 guardias vestidos de civil en el interior de las instalaciones escolares, sin portar identificación y trayendo consigo esposas y bastón plegable. Nuestro extrañamiento se debía a que comenzaron a ser vistos en diferentes campus de la Universidad sin habernos informado previamente de sus funciones y del porqué están ahí, además del mal momento nacional en que se dio su aparición.

Después de más de un mes de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en manos de policías municipales y el crimen organizado, la inseguridad se ha sentido en México como nunca. Hay miedo en la población, sobre todo en el sector joven. Muchachas que son secuestradas sin dejar rastro y que luego aparecen en el fondo de un canal del Estado de México, manifestantes tomados presos sin justificación, jóvenes hostigados por la policía como forma de amedrentarlos, estudiantes descontentos amenazados por las autoridades escolares, y un largo etcétera que hacen de nuestro país uno de los lugares más inseguros para ser menores de 30 años.

Es en este contexto en que sale a la luz la estrategia de seguridad que la Universidad de Colima está aplicando. A grandes rasgos, se basa en el aumento de agentes de vigilancia con cargo al presupuesto de la institución para que vigilen las instalaciones así como el movimiento de alumnos y maestros, pasando un reporte al final del día a los coordinadores de sus brigadas. Esta estrategia es muy parecida a la implementada por los dos últimos sexenios presidenciales en los que, con el objetivo de “combatir la inseguridad creciente y el crimen organizado infiltrado en todas las esferas de la vida pública”, llenaron de militares cada rincón del país, proclamando de facto un “estado de excepción” en el que se violaron múltiples veces los derechos humanos sin conseguir la disminución de la delincuencia. Paradójicamente, este Estado que se vuelve cada vez más policial, abandona poco a poco su característica social con las consecuencias de un tejido comunitario roído, el aumento de la pobreza, la falta de confianza en las instituciones y un descontento popular creciente.

La finalidad de la carta elaborada por la CEU no es la de exponer a rectoría o crear inestabilidad, sino ser el portavoz de muchos compañeros estudiantes y profesores que se preguntaban quiénes eran tales personas ajenas a la comunidad universitaria, así como llamar la atención en torno a una estrategia de seguridad que nos parece equivocada según la experiencia de casi ocho años de “guerra contra el narco” que dejan un resultado de más de 130 mil muertos. ¿Propuestas? La atención en la responsabilidad social de la Universidad en el otorgamiento de becas, incentivos y promoción de las cualidades de los alumnos, así como la implementación de mecanismos de control colectivo en la que participen estudiantes, profesores y administrativos para salvaguardar los espacios universitarios.


Irving Radillo Murguía, vocero de la CEU